todo empezó en una habitación minúscula con paredes llenas de post-its de colores y un portátil que se calentaba más que una estufa. glen, la piba de 21 años que había dejado la universidad pa no volver, estaba tirada en la cama viendo un video de un tipo gritando que «las cripto son el futuro». pero ella ya no creía en los gritos. llevaba tres meses comiendo fideos instantáneos porque había metido sus ahorros en un token que prometía revolucionar el agro y al final era una estafa de un tipo en uruguay. esa noche, llorando en un grupo de telegram medio fantasma, escribió: «alguien sabe cómo recuperar plata de una wallet que te bloqueó el contrato?». no esperaba respuesta, pero a los cinco minutos, le llegó un audio de una voz con acento colombiano: «no te ahuevés, hermanita, a mí me vaciaron la cuenta el año pasado. ¿te caigo pa un café virtual? te cuento cómo levantarme de eso».
valeria no era ninguna gurú. tenía 28 años, vivía en medellín y había aprendido trading a las malas: perdiendo sueldo tras sueldo, durmiendo en llamadas con rusos que hablaban de «ponzis» y «airdrops», y comiendo arepas frías a las 3 am. pero tenía un don pa explicar las cosas sin tecnicismos. «mira, glen, esto es como el mercado de tu barrio: si ves a un señor vendiendo aguacates podridos, no le compras, ¿o sí? pues acá es igual, pero con más humo y pantallazos verdes». se hicieron compinches. hablaban por discord mientras glen caminaba a la tienda a comprar más café y valeria le enseñaba a leer gráficos como si fueran cómics. «esa vela roja larga es como cuando tu ex te manda mensaje a las 2 am: señal clara de que va a caer», le decía.
un día, valeria le dijo: «te presento a un lokillo que conozco, es argentino y sabe más de códigos que el tío de silicon valley». así llegó lucas, un flaco de 25 años con cara de no dormir desde 2016, que programaba bots de trading en python mientras cuidaba a su abuela con alzheimer. al principio, era puro monosílabos: «sí», «no», «ahí va». pero una noche, glen lo escuchó al fondo de una llamada diciéndole a su abuela: «no, abue, hoy no vendí tus medicinas, tranqui. el ether subió un 12%, te voy a comprar hasta el suplemento ese de magnesio». ahí supo que detrás del código había un tipo con un corazón más grande que su talento.
lucas los metió en un server de discord lleno de developers raros que hablaban en emojis y memes de ethereum. ahí conocieron a javi, un gallego de 23 años que trabajaba en un bar de noche y de día dibujaba nfts de aliens con sombreros de vaquero. javi era pura energía: subía historias en instagram de sus dibujos con frases como «este va pa la luna o pa el basurero digital, vamoh allá». un día, glen le comentó: «ojalá alguien explicara los nfts sin tanto rollo». javi le respondió con un audio entre risas: «tía, si quieres hacemos un tiktok con puppets, ¡yo pongo las voces!».
el grupo de whatsapp nació sin planearlo. lo llamaron «criptolokos» y era un caos: audios de 10 minutos de valeria explicando cómo shortear, fotos de javi dibujando en servilletas del bar, capturas de lucas de códigos con errores que nadie entendía, y glen poniendo canciones de bad bunny pa animar los días rojos. un viernes, después de que glen perdiera otros 50 euros en un shitcoin, javi mandó un meme de un perro en llamas con el texto: «nuestro portafolio be like». se rieron tanto que valeria propuso: «hay que hacer algo útil con este desastre, ¿vamos a intentar ayudar a otros pa que no caigan en las mismas?».
la primera «obra maestra» fue un hilo de twitter que javi dibujó en una hora. explicaba cómo crear una wallet segura con dibujos de un perro guardando huesos en una caja fuerte. glen escribió los textos, lucas revisó que no hubiera errores técnicos, y valeria puso los hashtags. cuando lo publicaron, se quedaron refrescando la pantalla como bobos. a las dos horas, tenían 3 likes: uno de la madre de javi, otro de un bot de rusia, y otro de un usuario llamado @criptopapá22 que comentó: «por fin alguien que no habla en jeroglíficos, ¡gracias!».
pero el boom llegó con el primer live en instagram. lo hicieron un domingo a las 11 pm, hora españa. glen estaba en pijama, valeria con rulos en el pelo, lucas con la cámara apagada (por «timidez crónica») y javi poniendo música de fondo de los simpsons. hablaron de cómo no caer en estafas de yield farming, y en medio de la transmisión, javi empezó a dibujar en vivo un meme de un estafador siendo perseguido por un perro con lásers. la gente se enganchó: pasaron de 10 espectadores a 200 en media hora. al final, un usuario les donó 10 dólares en dogecoin con el mensaje: «primera vez que salgo de un live sin sentirme imbécil». ese día celebraron con una videollamada: valeria abrió una cerveza, lucas mostró un bizcocho que hizo su abuela, y javi puso «vivir mi vida» de marc anthony mientras bailaban con la pantalla congelada.
claro, no todo era risas. hubo días de mierda pura: cuando un exchange que recomendaron quebró y les llovieron insultos, cuando lucas desapareció una semana porque su abuela empeoró, o cuando javi tuvo que vender su tablet pa pagar el alquiler y dibujaba en papel pa no dejar el grupo. una vez, glen quiso tirar la toalla: «no somos nadie, esto no sirve pa nada», lloraba en un audio. valeria le respondió con un video de ella misma en 2019, llorando frente a la pantalla con -$3000 en binance: «mira cómo estoy ahora, tonta. tú eres mi prueba de que esto cambia».
el milagro llegó cuando un youtuber grande los mencionó en un video. de la nada, su twitter explotó: de 500 seguidores a 10k en dos días. javi dibujó un cómic de ellos como los power rangers cripto y se volvió viral. contrataron a camila, una abogada venezolana que les explicaba las leyes mientras cocinaba arepas en stream, y a david, un community manager que era más rápido escribiendo que javi dibujando. pero lo importante seguía siendo el chat original: ese donde mandaban fotos de sus gatos, se quejaban de las comisiones de eth, y planeaban el próximo live como si fuera una fiesta.
hoy, treshcripto tiene 50k seguidores, un podcast que graban desde sus habitaciones, y hasta un nft coleccionable de su perro viral. pero si preguntas a glen, te dirá que lo mejor fue cuando su mamá, la misma que le decía «estás perdiendo el tiempo», le pidió ayuda pa comprar bitcoin pa su jubilación. o cuando lucas pudo pagar el tratamiento completo de su abuela sin vender el auto. o cuando javi logró vivir de sus nfts y se tatuó el logo del grupo en el brazo.
¿y el futuro? quieren alquilar una casa juntos en algún pueblo con buen wifi, hacer meetups donde la gente no hable en inglés técnico, y que algún día, su comunidad pueda decir: «gracias a estos lokos, no me comí el cuento del próximo bitcoin». pero por ahora, siguen ahí: glen corrigiendo textos con faltas porque nunca terminó la uni, valeria riéndose de sus propios chistes malos, lucas programando bots que a veces funcionan, y javi dibujando en una tablet nueva… pero guardando la rota pa no olvidar de dónde salieron. al fin y al cabo, como dice valeria: «esto no es pa hacernos ricos, es pa que nadie se sienta solo en el mar de miedo que es el criptomundo». y si en el camino se toman una que otra cerveza virtual, qué más da. la vida, como los gráficos, siempre sube y baja. pero al menos ahora lo hacen en equipo.